Horticultura Terapéutica e Intervenciones asistidas con animales: Dos ámbitos que se complementan

La Asociación Americana de Terapia Hortícola define la horticultura terapéutica como un proceso de las plantas y las actividades hortícolas, que se utiliza para mejorar el área social, educativa, psicológica y física de las personas, mejorando así su cuerpo, mente y el espíritu; otra definición, según la Asociación Española de Horticultura Terapéutica (AEHOR), afirma que ésta se basa en fomentar la dedicación de una persona en actividades relacionadas con la jardinería, facilitadas por un terapeuta capacitado, para lograr metas específicas de tratamiento.

Por tanto, podemos concretar que la horticultura terapéutica consiste en el uso de las especies vegetales así como de las actividades relacionadas con su cuidado, con el objetivo de mejorar el estado físico y anímico de las personas.

A pesar de que es una rama muy recomendable, tanto por su amplia efectividad como por su asequible coste a la hora de crear un programa, aún no está muy extendida en nuestro territorio, aunque afortunadamente contemos con la AEHOR, que ilustra tales afirmaciones aseverando que constituye un tratamiento que no necesita una gran tecnología para poder implementarse y que ha demostrado tener resultados muy positivos; es no-amenazante para el paciente, promueve la actividad social, mejora la memoria, proporciona estimulación sensorial y ejercicio suave, reduce el estrés y la tensión; disminuye la ira y desarrolla el buen comportamiento.

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Por otro lado, a la inversa que en España, otros países como Reino Unido o EEUU cuentan con una amplia tradición al respecto, relacionándose ampliamanete dicha terapia con el enfoque Green Care, que contempla la naturaleza como herramienta y telón de fondo para el proceso, pudiendo desarrollarse tanto en contextos rurales como ciudades (comprende desde entornos como bosques, hasta el cuidado de plantas, parques urbanos, etc…). Engloba pues, aquellos proyectos que consideran la naturaleza y el medio ambiente como marco, donde la horticultura terapéutica casa perfectamente como eficiente recurso en la intervención, junto a la terapia asistida con animales, entre otros.

No en vano, si atendemos a la teoría de la biofilia de Kellert & Wilson  (1993) y Katcher (2003),  el cerebro de las personas está estructurado para prestar una atención selectiva a otros tipo de vida y que, como resultado del contacto con otras especies, animales o vegetales, puede producir importantes influencias en el conocimiento, la salud y el bienestar.

Centrándonos en la horticultura terapéutica, y aunque el uso de las plantas como recurso beneficioso data de tiempos inmemoriales, podemos datar que sus precedentes se asentaron en el 1600, cuando algunas personas carentes de solvencia económica se veían obligadas a trabajar en los jardines de los hospitales para poder costear su hospitalización. Los doctores percibieron una notable mejoría en estos pacientes, que se recuperaban más rápido y de manera más óptima que el resto de hospitalizados.

No mucho después, el médico y químico estadounidense Benjamin Rush, pionero en el ámbito de la terapia a través de la jardinería y la agricultura, afirmaba que excavar la tierra con las manos tiene un efecto curativo en los enfermos mentales.

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Posteriormente, ya en 1879, se inaguró en un centro psiquiátrico de EEUU el primer jardín con propósitos exclusivamente terapéuticos, denominado Friends Hospital, aunque no sería hasta 1936 cuando se aceptó oficialmente el uso de la horticultura como método para tratar determinados desórdenes.

Tras la Primera y la Segunda Guerra Mundial, se instó también a los militares a trabajar en los jardines para mejorar el funcionamiento de sus extremidades lesionadas, así como su estado anímico.

En 1955, percibiendo tales beneficios, se creó al fin la primera Licenciatura en Terapia Hortícola, por la Universidad Estatal de Michigan, y en 1971 la Universidad Estatal de Kansas ofreció el primer programa de postgrado.

Y es que, además, la horticultura terapéutica cuenta con la ventaja de poder abarcar un amplio abanico de colectivos, debido a su versatilidad, siendo muy accesible y beneficiosa, y a su enorme posibilidad de adaptación según el usuario. Las numerosas actividades que comprende pueden ajustarse fácilmente de acuerdo a las características de los pacientes; como afirma la AEHOR, es un tratamiento eficaz y beneficioso para las personas de todas las edades, antecedentes y capacidades.

Por ejemplo, las áreas de trabajo pueden ubicarse a diferentes niveles para dar cabida a personas con problemas de movilidad o diferentes capacidades, emplear diversas especies vegetales como plantas más aromáticas para personas invidentes o con texturas llamativas para estimulación táctil en personas con daño cerebral, puede realizarse durante todo el año y tanto al aire libre como en espacios cerrados, etc…

Algunos de los colectivos más usuales a los que va dirigida son:

  • Tercera edad.
  • Hospitalizados.
  • Escolares.
  • Discapacidad mental, sensorial o física.
  • Enfermedad mental.
  • Trastornos emocionales.
  • Exclusión social.
  • Reclusos.
  • Etc…

También es factible trabajar con ella multitud de objetivos; a grandes rasgos, éstos podrían ser:

  • Físicos: Podemos incrementar la actividad física y con ello el rango de movimiento, mejorando las habilidades motoras, el tono muscular, la coordinación, el equilibrio, la lateralidad, el control postural, la psicomotricidad, trabajar desde el control de la respiración, etc…
  • Emocionales: Se puede potenciar el grado de autonomía, la capacidad de observación y la autoestima, las habilidades para resolver problemas, el control de impulsos, la expresión emocional, el sentido de la responsabilidad, etc… así como disminuir el estrés y la ansiedad, trabajar el afrontamiento del éxito o el fracaso, mejorar el estado de ánimo, etc… además de obtener una plena satisfacción y realización personal por percibir de manera directa, nunca mejor dicho, el fruto del propio esfuerzo.
  • Educativos y ocupacionales: Los usuarios pueden aprender nuevas tareas, conocimientos y habilidades incluso a nivel curricular o a nivel de oficios relacionados con la horticultura y la jardinería, optimizar hábitos y rutinas deseables, trabajar áreas básicas del aprendizaje como la matemática o la del lenguaje, incidir en las AVD´s, etc…
  • Cognitivos: Se ejercitan aspectos de rango cognitivo como la capacidad de atención y concentración, la memoria, la planificación y secuenciación de las tareas, la orientación espacial y temporal, etc…
  • Sociales: Puede ser un magnífico recurso para favorecer la integración social, motivar la interacción y la comunicación, mejorar la cohesión grupal, potenciar la cooperación, aumentar la percepción de utilidad y aportación social, etc…

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A ellos debemos sumar todos los objetivos específicos que decidamos trabajar con un colectivo y un usuario concreto, diseñando un programa de horticultura terapéutica en el que se encuadren. Podemos observar así que las posibilidades de intervención son infinitas, como ilustran multitud de proyectos y entidades dedicadas a este enfoque en la actualidad.

Un ejemplo de ello lo encontramos en el Hospital Giovan Battista Grassi di Ostia (Roma), donde ha sido llevado a cabo un proyecto en la sección de psiquiatría que alberga a los pacientes con enfermedad aguda. El programa trata de la creación de una zona verde en un patio abandonado, con plantas ornamentales, flores y un pequeño huerto, donde se realiza la terapia. Pronto empezaron a observar resultados, percibiendo un estado de mayor bienestar en los pacientes, y creando un ambiente ideal para que las personas con dificultades de comunicación pudieran interactuar con otras personas.

Otro modelo de horticultura terapéutica lo encontramos en el Link Nurseries Horticultural Therapy Centre, ubicado en Worcester (Inglaterra), que centra su labor en pacientes con problemas de salud mental, facilitando un entorno laboral para potenciar y desarrollar las habilidades sociales y educacionales de sus usuarios.

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También en Denver (EEUU), se está desarrollando un programa de horticultura terapéutica para veteranos de guerra llamado Veterans to Farmers. En este centro forman a los soldados para que puedan tener otras opciones laborales, impulsando la horticultura y la venta de los productos a supermercados o restaurantes, para así poder ofrecerles una salida profesional digna y factible.

Así mismo, en Vancouver (Canadá), se ha creado el Culturally Relevant Urban Wellness Program, en un centro donde se promueve el uso de espacios verdes como fuente de bienestar, y donde se desarrollan habilidades prácticas al respecto, con jóvenes en riesgo de exclusión social.

Un estudio reciente es el de Bowker y Tearle (2007), denominado Jardines para la Vida, dirigido a escolares de siete a catorce años, y basado en la instauración de huertos en escuelas de poblaciones rurales y semirurales de Inglaterra, Kenia e India, para fomentar y motivar el aprendizaje de los pequeños. Entre los resultados obtenidos, además del inevitable y eficiente carácter lúdico, los autores encontraron notables mejorías en cuanto a los procesos de  aprendizaje incluso a nivel curricular, puesto que el jardín ofrecía un entorno estético, pacífico y seguro en el que aprender; se daba un aprendizaje experiencial que podían vivenciar e interiorizar mejor; hubo un cambio muy positivo en la percepción que los menores tenían de la escuela, etc… También observaron un aumento en la motivación de logro, la autoestima, la confianza en sí mismos, etc… tanto por los óptimos resultados obtenidos por los menores como por su participación directa en la comunidad. Además, los niños entendieron el huerto como parte de un todo, extrapolando a nivel global el cuidado de sus plantas; y es que, los pequeños acabaron aseverando muy acertadamente: debemos cuidar nuestras plantas para el cuidado del mundo.

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Por tanto, si nos basamos en la efectividad de tales paradigmas, y además imbrincamos la horticultura terapéutica con la terapia asistida con animales, como ejemplifica la vertiente Green Care, podremos optimizar enormemente los resultados al disponer de un abanico aún más amplio de recursos enfocado a la consecución de objetivos concretos.

Algunos ejemplos de entidades actuales que se dedican a ello, ampliamente reconocidas por su trayectoria y su eficiencia en el ámbito son:

  • Green Chimneys, una entidad pionera en Green Care mundialmente reconocida, y dirigida a niños con necesidades especiales. Basa su filosofía en la creencia de que si los niños se les da la oportunidad de explorar y descubrir su fortaleza interior en un entorno seguro y estructurado basado en la naturaleza, su autoestima, la compasión, las estrategias de afrontamiento, y las habilidades sociales mejorarán. En la base de su enfoque encontramos el concepto de un entorno de tratamiento enriquecido, que una a las personas con los animales y las plantas en una relación mutuamente beneficiosa.
  • Green Care Finlandia, que promueven, entre otras cosas, la naturaleza, los animales y los métodos agrícolas como introducción a la asistencia social y al contexto de atención médica, poniendo de manifiesto la capacidad funcional de la naturaleza en cuanto a la potenciación de la actividad física, las relaciones sociales y la experiencia comunitaria. Está enfocada a colectivos de diferentes edades y capacidades, siendo sus objetivos principales la integración, la inclusión social, la formación, la rehabilitación, la atención y la educación. Posee además el añadido de que es considerada como una nueva oportunidad de negocio e ingresos para los agricultores en perspectiva multifuncional (agrícola y terapéutica).
  • Forget Me Not Farm, que desde su creación en 1992 ha ayudado a miles de niños y jóvenes víctimas de abuso mediante actividades terapéuticas relacionadas con la naturaleza, el huerto y los animales, y proporcionándoles un entorno seguro donde crear un vínculo con los animales y las plantas, que les ayude a confiar más en sí mismos, a aprender, y a avanzar. El enfoque de todos sus programas se basa en el trabajo de la empatía y el respeto a través del aprendizaje experiencial. Como asevera C. Rathman, comenzamos nuestro programa para enseñar a los niños en riesgo cómo amar a los animales, para no hacerles daño. Muy pronto descubrimos que nuestros animales estaban ayudando también a los niños. En casi veinte años, hemos sido testigos de transformaciones asombrosas. Nuestra granja ofrece un lugar para los niños, donde experimentan y aprenden la bondad, la compasión y la empatía, como nuevas fuentes para volver a confiar. Es romper con el ciclo del abuso.

 Basándonos en ello, podemos afirmar que la horticultura terapéutica es una rama muy interesante que puede y debe aliarse, siempre que sea posible, con el ámbito de la terapia asistida con animales, a través de programas como los de enfoque Green Care, suponiendo un recurso muy interesante y sobradamente eficaz a tener en cuenta.

Y  es que, como ya anticipaba en 1699 el jardinero y escritor Leonard Maeger: no hay mejor forma para preservar la salud, que pasar tiempo libre en el jardín.